viernes, 25 de marzo de 2016

La Primera Conversación


“Barachiel III”


  Siempre había pensado que mientras yo estaba cerca, él se notaba incómodo, no porque no le agradara mi presencia, sino por algo más… algo que no sé explicar con palabras, pero podía notarlo en su expresión. 

  Por unos pocos segundos, me miró con sorpresa, como si realmente fuera la primera vez que me veía, y lo más probable era que así fuera. Cuando nos encontramos antes, era aún un infante, joven e inexperto, sería normal que se olvidara de algo así… ¿no?

  Seguí cantando mientras le observaba durante unos momentos, y luego me detuve, le observé dudar sobre qué hacer, parecía pelear internamente entre acercarse y quedarse donde estaba. Por mí, habría sido agradable que él se acercara, pero supuse que creía que yo le temía, o que huiría, como todos los demás habían hecho.

  Lo vi decidirse solamente por mantenerse a esa misma distancia, pero sentándose contra un tronco frente a mí, sin emitir ningún tipo de sonido, con cautela, casi como si creyera que solo era un espejismo, un sueño del que no quisiera despertar.

  Lo miré atentamente, pues él hacía lo mismo, y se detenía cada cierto tiempo en mi bastón, que se encontraba en el suelo junto a mí, en la rosa que sostenía en mis manos, una planta meramente decorativa, en el único par de alas que me había atrevido a mostrarle, en mis brazaletes, que marcaban mi posición como un arcángel, y en mis ropajes, que había creado imitando a los humanos.

  Igualando sus movimientos, me levanté y comencé a andar hasta él, pude notar cómo se tensaba inconscientemente, cómo había roto la burbuja de calma que lo envolvía y cómo los animales que le rodeaban huían al sentir mi presencia.

  Eso siempre había sucedido y siempre lo haría, los seres vivos jamás aceptarían mi presencia.

  Me senté a su lado lentamente y observé con cuidado los detalles de su armadura, opaca, negra en su totalidad, como si se tragara la luz del Sol, él se había quitado el yelmo al entrar al Edén al parecer, pues podía notar cuánto había crecido su cabello, no demasiado, pero sí lo suficiente para notarlo, cómo ya había superado mi estatura, y sus pies y manos eran considerablemente más grandes que los míos. De forma sorprendente, él no olía a lo que Metatrón decía que olían los demonios: “sangre, muerte y sufrimiento”, él olía al bosque, a la madera de los árboles, a las hojas de hierbabuena… a tranquilidad.
  
Vi que la armadura estaba sucia en algunas partes de tierra, lodo y que tenía algunas hojas enganchadas por ahí y allí, pero no había sangre por ningún lado, lo cual me hizo sentir mejor, por alguna razón.

  Después empecé a pensar que quizá sería buena idea entablar una conversación, pero ¿cómo debería de comenzarla? Tenía miedo de decir algo incorrecto, algo que lo incomodara, o que le hiciera sentir que yo lo rechazaba de alguna forma. Jamás había tenido una plática con alguien, más que con Metatrón y Azazel, he ahí, entonces, mi dilema, puesto que no estaba con cualquiera, y sentía la necesidad de conseguir su aprobación. ¿Qué es este sentimiento?

  Me decidí, de una vez por todas, a iniciar por su nombre, algo sencillo, fácil, quizás él me respondería con tranquilidad, o quizás él pensaría que me estaba burlando. ¿Por qué tenía que ser tan difícil?

-"Entonces… Tu nombre es Satanael, ¿no es cierto?”

  Me miró profundamente, parecía no saber qué decir, el silencio creció y se expandió por el claro, lo único que lo rompía era el ligero silbido del viento que atravesaba las hojas de los árboles, los cuales se mecían con suavidad desde sus copas.

  Supuse en ese momento que le había tomado por sorpresa, y traté de pensar en algo más que decir.

-"Tú no conoces el mío, ¿verdad?”

  Negó suavemente, y entonces tuve una idea.

-"¿Qué tal si tratas de adivinarlo?”

  Me miró con los ojos en blanco un segundo, no supe más que decir.

-"Vamos, inténtalo, no puede ser tan difícil”

  Parecía que para él lo fue, puesto que ni siquiera lo intentó.

-"¿No conoces el nombre de ningún ángel?”

  Y oí su voz por primera vez.

-"No”

 Muy bajo, muy suave y grave, como un susurro, como si tuviera miedo.

  Esbocé una sonrisa, y deseé oírla más.


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