Satanael IV
¿Qué podía hacer? estaba delante del ser más
hermoso que había visto, ¡la perfección!, tenía tanto que decir, tanto que
preguntar, pero ninguna palabra lograba salir de mi estúpida boca, solo
monosílabos y un leve movimiento de cabeza para asentir o negar.
¿Cómo sabía mi nombre? ¿Quién se lo había
mencionado?, eso quería decir que sabía de mi reputación, sabía de lo que
hablaban los demás ángeles y seres del Edén. Sabía entonces por qué huían de mí
o gritaban al verme, ¿ella sabría de mi hogar?... ¿de mi pasado?
Su nombre... ¿¡cuál era su nombre!? ¡¡No tenía
ni una idea de los nombres en el paraíso!!, solo tenía una idea de que los
nombres de ciertos ángeles tenían el sufijo "-el", como el mío...
¿Cómo podría llamarse el ángel más
hermoso? ¿Qué nombre tendría esta creación divina?, tenía la mente en blanco, y
eso me exasperaba.
Ella me seguía hablando, y haciendo
preguntas, que en una primera instancia no lograba comprender, eran inocentes y
curiosas, como las de un infante. Veía como con cada una de ellas su rostro se
ponía de un dulce tono rosa, eso hacía que mi corazón se volviera loco, quería
tocarla, quería sentir su rostro, la textura de su piel, sentir el sabor de sus
labios.
Pero era un idiota. Sí, un idiota, porque
no lograba idear ¡¡una sola palabra!! ¿Qué podía decir que no me hiciera quedar
aún más como un estúpido?
Entonces, dije:
-"No lo sé… no sé cuál es... ¿puedes…
decirme tu nombre?... "
¡Sí! ¡Lo había conseguido! ahora... solo tenía que esperar que no
hubiese sonado tan mal como para que ella me diera una respuesta y al fin
conocer su nombre.
-"Mi nombre es Barkiel, aunque soy más
conocido como Barachiel, según algunos como el Arcángel de las
Bendiciones".
Bendiciones, había escuchado de ellas de
la boca de mi padre, eran los milagros de los dioses, para con los humanos de
este mundo, algo para mantener la devoción y la fe de los seres inferiores.
Susurré:
-"Bendiciones, los… milagros de los
dioses... "
Cuando mencioné esto, su rostro cambió su tono muy bruscamente de
uno pálido a uno rosa. Se había sonrojado… ¿se había sonrojado por algo que yo
dije? ¿Acaso dije algo que la molesto? ¿Acaso cometí algún error?...
-"Algunos dicen que lo que hago son
milagros, pero la mayoría de mis compañeros no comparten esa opinión… ellos
dicen que no merezco nada de eso. "
-"¿Cuáles... son los milagros que
haces?... ¿puedes... enseñarme alguno?"
Su expresión cambió; mientras me explicaba
lo de los demás ángeles se le veía triste y decaída, pero, de pronto, su rostro
se volvió luminoso y alegre, un tanto deseoso y curioso a la vez, entonces vi
algo que me dejo tan o más perplejo que mi primer día en el Jardín.
Ella levantó sus manos por un momento, y
luego las bajó con delicadeza, hasta alcanzar el césped a nuestros pies,
entonces, como por arte de magia, miles de flores comenzaron a aparecer a
nuestro alrededor, de muchos colores, de todos los tonos posibles y de una
variedad infinita.
Verla en medio de ese jardín, ese prado
que ella había creado, verla a ella tan reluciente, tan hermosa, me hizo tomar
una decisión... no me separaría de ella nunca más.
Los días pasaban y nuestros encuentros en
el bosque se hacían más recurrentes, el solo sentarnos el uno al lado del otro,
nos hacía sentir muy bien, las preguntas y dudas de ambos se fueron disipando,
aunque no hablábamos mucho, ya confiábamos en el otro.
Constantemente le veía caminando por el
claro, haciendo florecer los arbustos y los árboles frutales, tratando de acercarse
a los animales, pero éstos, por alguna razón que desconozco se alejaban, aunque
a mi parecer no era por miedo, sino como por algún tipo de respeto.
Noté que últimamente observaba a los
humanos más que antes, como si le intrigara algo, como si quisiera respuestas a
muchas preguntas...
De pronto, un día, formuló una pregunta
que no supe cómo tomar...
-"Satanael... ¿podrías... besarme?"
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ResponderBorrarAhhhhh!!!!
ResponderBorrarSoy su fan número 1 ~(°u°~)~(°u°)~(~°u°)~
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