"Satanael III"
Al entrar al Edén, por el mismo templo que
antaño era frecuentado por los seres inferiores del lugar, noté movimiento a lo
lejos, animales pequeños, aves volando y surcando el viento con total libertad,
algo de lo que yo carecía en el Inframundo.
Mi hogar, el lugar más bajo del
Purgatorio, es un sitio desolado y lúgubre, ningún alma se hacía presente en él,
es muy común que algunos de los de mi "casta" salgan al exterior y
busquen "diversión" con humanos, y al terminar los usen como
alimento, he visto más de una vez cómo consumen la carne y las almas de esos
seres que son inocentes, por eso salir de él para mí era lo mejor que existía.
Recorrí gran parte de ese jardín que me
permitía ser yo mismo, olvidarme de mi vida, de mis problemas, de los gritos y
la misma oscuridad de siempre.
Al llegar a mi lugar, ese árbol
"tonto" me estaba esperando, ese mismo lugar que frecuentaba desde la
primera vez que entre al Edén, ese mismo lugar que representaba mi descanso, mi
calma.
Me senté bajo la sombra como era costumbre
y pude sentir nuevamente la calidez del Astro Rey, la quietud del lago, el
sonido de los animales a mi alrededor, todo era tranquilidad.
De pronto algo llamó mi atención, algo que
ya había escuchado con anterioridad, esa voz tan característica, esa melodía
que hacía que mi mente se quedara en blanco, que mi corazón latiera más
deprisa, era ella... ese ángel, estaba nuevamente en el claro del bosque donde
la encontré por primera vez.
Cuando crees haber visto algo perfecto, te
puedo decir por experiencia propia que no hay nada más bello que un ángel,
sobre todo la que estaba frente a mí, nada era tan delicado, tal luminoso, tan
perfecta como ella.
Solo me le quede mirando, embobado por tal
belleza, sin poder articular una sola palabra.
Estoy completamente seguro de que pudo
darse cuenta de mi presencia, solo al sentir mi mirada a su espalda. ¿Qué más
podía hacer? estaba tan cerca, era algo que nunca antes había visto, algo que
despertaba mi curiosidad, esa misma que mis hermanos mermaron e hicieron añicos
cada “noche de juegos".
Ella de pronto se dio la vuelta, y me
quedo mirando fijamente con una expresión de quietud, fuera de lo común, yo
solo pude darme cuenta de cuan hermosos eran sus ojos, de cuan maravilloso era
su rostro, que esa luz que vi a lo lejos no era nada comparado a la luz que
estaba frente a mí en ese momento, esa pureza tan inmaculada.
Me acerque lentamente para no espantarla,
tan lento como un cazador acecha a su presa, sin emitir ningún ruido, sin
respirar siquiera.
Mi corazón latía a mas no poder, pero en
mi rostro no había ni una pizca de emoción, a pesar de todo tengo que guardar
apariencias, no quería que se diera cuenta de cuan maravillado estaba, todos
creen que soy un psicópata, todos me ven como un asesino de sangre fría, algo
tan horripilante que no puedes ver a la cara, un monstruo.
Quizás si me animaba a emitir una sola
palabra, correría o se alejaría y ya no volvería. A pesar de toda mi
curiosidad, amainé mis deseos y me detuve, me senté en el prado frente a ella y
pude darme cuenta de sus rasgos, su delicada piel, blanca como la leche, su
cabello largo y sedoso que al parecer cambiaba de tonos dependiendo de la luz
que lo tocaba, sus ojos de un color ámbar muy particular, tan hermosos que no
podía dejar de mirarlos fijamente, traía unos ropajes muy parecidos a túnicas,
de colores blancos y rojos, con un cinturón dorado ciñéndolos, un bastón de
madera muy humilde a su lado y unas pulseras de cobre en su muñeca izquierda y
su tobillo derecho, mientras ella sostenía una rosa blanca en sus manos.
Podía sentir la brisa y ver como el aire
jugueteaba con sus alas, la calidez del Sol, el aroma de las flores, la humedad
en el ambiente, los pequeños animales que corrían a nuestro alrededor, me
sentía más vivo que nunca.
Mi tranquilidad se acabó cuando sentí que
ella se ponía de pie, y lentamente se acercaba hasta mí, los animales a mi
alrededor se esfumaron como por arte de magia, lo cual me pareció muy extraño,
ya que la mayor parte del tiempo estos se acercaban y jugueteaban en mi
entorno.
A pesar de que cada ser iluminado y humano
escapaban al verme, los animales eran los únicos seres vivos que permanecían a
mi lado. Yo solo me dedicaba a verlos y de vez en cuando a observar a sus crías
desarrollarse.
Ella se sentó a mi lado, tan cerca, que
podía sentir su respiración, el calor que expedía su cuerpo, su aroma muy
similar a la flor de vainilla, sus pies descalzos muy cerca de los míos y me
pude dar cuenta que el tiempo que había transcurrido desde la última vez que la
vi había sido bastante más extenso de lo que imaginaba, ya que ella en este
momento era más pequeña que yo, tan delicada como un botón de rosa.
Mi corazón latía muy fuerte en ese
momento, podía ver cada detalle de su rostro, sus manos, sus ojos, sus labios y
pude sentir un anhelo por ella, un deseo tan grande de tocar su piel, de sentir
su calor en mis manos frías, de sentir su amor, algo que solo en mis sueños era
posible.
Mi mente de pronto reaccionó al darme
cuenta que ella parecía querer decirme algo...
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