martes, 22 de marzo de 2016

El Mirar de un Demonio


"Barachiel II"


  ¿Que si lo noté? Por supuesto que sí. No logré verlo, se escondió bien, aparte que era pequeño, pero pude sentir su paz, su tranquilidad y su admiración.

  Tenía gran potencial, lo sentí también, pero entre todo lo que cualquiera pudiera esperar sentir por el retoño de un caído, no sentí maldad, en lo absoluto. Solo una profunda e inocente curiosidad, bastante similar a la mía, lo cual me hizo sentir apoyado, comprendido, por primera vez en mi existencia.

  Permanecí en el Edén a partir de ese momento. Reconocí a los humanos que lo habitaban, los que quedaban, claro, y lo que quedaba del templo que, para ese momento ya era antaño, los humanos se habían dedicado unos a otros, a los “más fuertes”, a los “superiores”, que podrían incluso llamarse “Dioses”.

  Reconocí cada árbol, cada arbusto, cada flor y planta, cada ser vivo que podía crecer en aquel espacio sin tiempo real y definido, y al mismo tiempo, tan similar al nuevo “mundo humano” o “plano físico”.

  Pregunté a Metatrón por los nombres de aquellas y comencé a hacerlas crecer a través de la imitación, él aceptó sin muchas ganas y me explicó sobre ellas, sin que yo le entendiera del todo. Después de muchos fallos y errores, pude comprender su funcionamiento y para qué servían cada una a los seres en movimiento, llámese humanos o animales, gracias a que las probaba yo mismo y analizaba sus efectos sobre mi “cuerpo”, o lo más cercano que mi energía podía estar a tener uno.

  También experimenté sobre mi apariencia, sobre cambiar de estatura, complexión, color de “piel” y de “cabello”, de “rostro” y esconder o mostrar mis alas, mas solo era capaz de observar estas distinciones sobre el agua del lago cerca de mi claro,  mi espacio. Por supuesto, cuando este joven demonio no se encontraba por el lugar.

  Sobre él… No me había atrevido a presentarme ante él con la misma forma de antes, andrógina y pequeña, simplemente por observar cómo se desarrollaba, cómo crecía y su cuerpo cambiaba, así que no había vuelto a cantar, y cuando me permitía acercarme a él, lo hacía pareciéndome lo más posible a un niño o niña humano, lo primero que se me ocurriera en el momento.

  Al paso de algunas venidas del demonio noté cómo tanto los humanos como los ángeles huían de él con completo terror, así que decidí preguntar a Metatrón por el alboroto.

  Satanael.

  Ése era su nombre, el hijo más joven de Lucifer.

  Él había sido un ángel amable, sincero y tranquilo… Y por un tiempo, el único que apreciaba lo que yo era capaz de hacer.

  ¿No lo sabes? Son milagros.

  Cuando el Padre me creó, el nombre que me dio fue Barachiel, que significa “bendición de Dios”, lo que con el “tiempo”, los humanos nombraron milagros. ¿Nunca habías oído que la vida es una bendición?

  Pero mientras crecían y se expandían, los humanos comenzaron a adjudicarle a otros humanos lo que yo hacía por ellos, no me sentía mal, después de todo, realmente jamás me lo habían agradecido.

  Sin embargo, cuando él cayó, los ángeles comenzaron a creer que podría hacerlo yo también, ya que éramos cercanos y compartíamos las mismas ideas.

  Ahí noté que jamás habían llegado a conocerme en verdad, puesto que yo amaba al Creador más que nadie, y no podría ser capaz de levantarme en contra de él y su voluntad.

  Por eso me separé, me aparté y escondí en aquel jardín, el único con el que había hablado era Metatrón, puesto que de él no podía ocultarme. Las pocas veces que subía al paraíso, sentía las miradas de desaprobación de los demás ángeles, sobre todo de los arcángeles, que siempre habían creído que yo no merecía ser mencionado en su misma categoría.

  Metatrón me dijo también que ese demonio era más “peligroso” que la mayoría, que no debía acercarme a él y mucho menos hablarle o entablar algún tipo de relación, sin embargo, yo sabía que no era así, que el joven alto, de piel terriblemente pálida, ojos oscuros como una noche sin luna y cabello del color del ébano, que solo me había permitido ver una vez, en la cual, demasiado agotado para luchar contra el cansancio, se había quitado el yelmo de su sombría armadura negra en su totalidad y se había quedado dormido bajo el árbol triste que frecuentaba en el bosque, no era el cruel y sanguinario asesino que todo el mundo decía que era, que era solo alguien que buscaba comprensión… justo como yo.

  En ese momento noté que tenía marcas en la piel más oscuras, y una mirada profunda, pero no intimidante sino… solitaria, y deseé ser capaz de acercarme a él para tocarlas, para conocer cómo era la textura de la piel de un ser físico real, pero sabía que él no me lo permitiría tan fácilmente, por lo que solo esperé a que se fuera para volver a la forma con la que él me había conocido, y tomé una decisión.

  Aguardé pacientemente a los alrededores de las ruinas, puesto que era el lugar por el que siempre entraba al Edén, hasta que llegó un tiempo después, no sabría decir cuánto en sí, nunca he sido bueno para eso, y volé lo más rápido que pude hasta el lugar donde me vio por primera vez y comencé a cantar como había practicado en solitario.


  Sentí su presencia y su mirada sobre mí, y por primera vez, me permití mirarlo mientras él me miraba. 





No hay comentarios.:

Publicar un comentario