lunes, 28 de marzo de 2016

Bajo la Luna


Barachiel IV


  Miré una vez más su armadura, con unas manchas en algunos lados, su cabello oscuro, un poco más largo, pude analizar a profundidad las marcas que surcaban la piel de su rostro, pálida, casi blanca, y sus ojos, que respondían mi mirada de forma directa, y a la vez con duda. Analicé y grabé a fuego en mi memoria su expresión, cada parte de ella.

  Tardó un rato en responderme, y cuando lo hizo no me miró a los ojos, lo hacía los lados, casi buscando algo.

-“¿Por qué?... ¿Para qué Barachiel?”

  Pareció querer decir algo más, sin embargo, algo lo detuvo.

  Dudé sobre si decirle lo que realmente quería hacer; agradecerle por su compañía, por aceptar mi presencia, por apreciar lo que era capaz de hacer, mas no podía hacerlo, algo dentro de mí me lo impedía, me hacía temblar.

  Me dediqué monótonamente a explicarle mis observaciones sobre los humanos, sobre cómo éstos se expresaban el afecto y la gratitud y cómo había comenzado a diferenciarlos con el paso del tiempo.

  Al principio pareció confundido, sin embargo me prestó atención y escuchó lo que yo había descubierto, todo eso gracias a que Metatrón se negó a seguirme explicando los misterios que me rodeaban fuera del paraíso, harto de mis cuestionamientos.

  Había notado cómo éstos expresaban su cariño de una forma más protectora hacía lo que, después me dijo Satanael, ellos llamaban sus hijos, y cómo lo hacían más abiertamente hacía sus parejas, concepto dado también por el demonio.

  Mantuvimos siempre la cercanía mientras hablábamos, parecía cómodo, casi alegre, y yo sentí crecer algo nuevo en mi pecho, algo desconocido para mí.

  A veces tomaba algunas de las flores que había hecho crecer a nuestro alrededor y la analizaba con detenimiento, como si no terminara de creer que lo hubiera hecho yo, como si jamás hubiera visto algo así. Sentí otro nuevo sentimiento dentro de mí, y me sorprendí al saber que Satanael era el causante de aquello.

  Hasta que, mientras hablaba un día de cómo se diferenciaban los humanos, caí en cuenta de algo.

-“Tú eres un… Hombre, ¿cierto, Satanael?”

  Él asintió desconfiado, y entonces solté la pregunta que me incomodaba.

-“¿Eso me hace una mujer?”

  Se confundió por la pregunta repentina, y me pidió una explicación, por lo que expresé que había observado como los varones se relacionaban siempre con las mujeres.

  Y por alguna razón que no entendí, su rostro se coloreó de un rojo muy claro, mientras balbuceó torpemente una pregunta.

-“¿Nos… consideras… una… una… pareja?...”

  Asentí lentamente y lo miré con extrañeza. ¿Él no lo hacía?

-“Pero no siento que me veo realmente como una mujer… ¿Podrías ayudarme?”

  Después de esa pregunta, que incomodó mucho a Satanael a mi parecer, discutimos cómo se veían las mujeres, cómo andaban, actuaban, hablaban y eran anatómicamente, hasta que creé una forma con la que me sentí cómodo, ¿o cómoda?, y que se viera femenina, perfeccionándola con el paso de los días y haciendo cambio tras cambio sin miedo.

  Pasada la búsqueda de mi apariencia ideal, el demonio y yo nos recostamos sobre el pasto en silencio, observamos cómo la estrella mayor se escondía en el firmamento, cómo las nubes se teñían de un tierno color naranja y luego se retiraban de nuestra vista, empujadas por el viento hacia el oeste, cómo la contraparte de Sol se asomaba con timidez por el cielo y cómo sus pequeñas y brillantes compañeras hacían acto de presencia para formar parte del ritual nocturno acostumbrado.

  Sin saber realmente lo que hacía, y si estaba bien o no, me atreví a unir mi mano derecha con la izquierda de Satanael, igual que había visto hacer a los hombres y a las mujeres con sus parejas cuando estaban juntos, sin dejar de ver al firmamento, internamente tuve miedo de ser rechazada, temí que me mirara con repulsión, como lo hacían los ángeles, y que jamás volviera a visitarme en el Edén.

  Sin embargo, cuando volteó su rostro hacia mí, no observé nada de lo que creí que encontraría, solo una mirada serena, tranquila, tierna, y no la apartaba, la mantenía fijada en mí, provocándome un estremecimiento, de nuevo estaba ahí ese sentimiento extraño, que me removía por dentro, y él me sonrió de lado muy leve, apenas visible; aquello me llevó a armarme de valor y hacer lo que tenía planeado de antes.

  Aún sin saber si sería rechazada o no, aún sin saber si eso estaba bien o no, aún sin saber todos los problemas, y el desenlace que tendría aquello, simplemente lo hice.


  Lo besé.



sábado, 26 de marzo de 2016

¿El Primer Beso?


Satanael IV


¿Qué podía hacer? estaba delante del ser más hermoso que había visto, ¡la perfección!, tenía tanto que decir, tanto que preguntar, pero ninguna palabra lograba salir de mi estúpida boca, solo monosílabos y un leve movimiento de cabeza para asentir o negar.

¿Cómo sabía mi nombre? ¿Quién se lo había mencionado?, eso quería decir que sabía de mi reputación, sabía de lo que hablaban los demás ángeles y seres del Edén. Sabía entonces por qué huían de mí o gritaban al verme, ¿ella sabría de mi hogar?... ¿de mi pasado?

Su nombre... ¿¡cuál era su nombre!? ¡¡No tenía ni una idea de los nombres en el paraíso!!, solo tenía una idea de que los nombres de ciertos ángeles tenían el sufijo "-el", como el mío...

¿Cómo podría llamarse el ángel más hermoso? ¿Qué nombre tendría esta creación divina?, tenía la mente en blanco, y eso me exasperaba.

Ella me seguía hablando, y haciendo preguntas, que en una primera instancia no lograba comprender, eran inocentes y curiosas, como las de un infante. Veía como con cada una de ellas su rostro se ponía de un dulce tono rosa, eso hacía que mi corazón se volviera loco, quería tocarla, quería sentir su rostro, la textura de su piel, sentir el sabor de sus labios.

Pero era un idiota. Sí, un idiota, porque no lograba idear ¡¡una sola palabra!! ¿Qué podía decir que no me hiciera quedar aún más como un estúpido?

Entonces, dije:

-"No lo sé… no sé cuál es... ¿puedes… decirme tu nombre?... "

¡Sí! ¡Lo había conseguido! ahora... solo tenía que esperar que no hubiese sonado tan mal como para que ella me diera una respuesta y al fin conocer su nombre.

-"Mi nombre es Barkiel, aunque soy más conocido como Barachiel, según algunos como el Arcángel de las Bendiciones".

Bendiciones, había escuchado de ellas de la boca de mi padre, eran los milagros de los dioses, para con los humanos de este mundo, algo para mantener la devoción y la fe de los seres inferiores.

Susurré:

-"Bendiciones, los… milagros de los dioses... "

Cuando mencioné esto, su rostro cambió su tono muy bruscamente de uno pálido a uno rosa. Se había sonrojado… ¿se había sonrojado por algo que yo dije? ¿Acaso dije algo que la molesto? ¿Acaso cometí algún error?...

-"Algunos dicen que lo que hago son milagros, pero la mayoría de mis compañeros no comparten esa opinión… ellos dicen que no merezco nada de eso. "

-"¿Cuáles... son los milagros que haces?... ¿puedes... enseñarme alguno?"

Su expresión cambió; mientras me explicaba lo de los demás ángeles se le veía triste y decaída, pero, de pronto, su rostro se volvió luminoso y alegre, un tanto deseoso y curioso a la vez, entonces vi algo que me dejo tan o más perplejo que mi primer día en el Jardín.

Ella levantó sus manos por un momento, y luego las bajó con delicadeza, hasta alcanzar el césped a nuestros pies, entonces, como por arte de magia, miles de flores comenzaron a aparecer a nuestro alrededor, de muchos colores, de todos los tonos posibles y de una variedad infinita.

Verla en medio de ese jardín, ese prado que ella había creado, verla a ella tan reluciente, tan hermosa, me hizo tomar una decisión... no me separaría de ella nunca más.


Los días pasaban y nuestros encuentros en el bosque se hacían más recurrentes, el solo sentarnos el uno al lado del otro, nos hacía sentir muy bien, las preguntas y dudas de ambos se fueron disipando, aunque no hablábamos mucho, ya confiábamos en el otro.

Constantemente le veía caminando por el claro, haciendo florecer los arbustos y los árboles frutales, tratando de acercarse a los animales, pero éstos, por alguna razón que desconozco se alejaban, aunque a mi parecer no era por miedo, sino como por algún tipo de respeto.

Noté que últimamente observaba a los humanos más que antes, como si le intrigara algo, como si quisiera respuestas a muchas preguntas...

De pronto, un día, formuló una pregunta que no supe cómo tomar...


-"Satanael... ¿podrías... besarme?"







viernes, 25 de marzo de 2016

La Primera Conversación


“Barachiel III”


  Siempre había pensado que mientras yo estaba cerca, él se notaba incómodo, no porque no le agradara mi presencia, sino por algo más… algo que no sé explicar con palabras, pero podía notarlo en su expresión. 

  Por unos pocos segundos, me miró con sorpresa, como si realmente fuera la primera vez que me veía, y lo más probable era que así fuera. Cuando nos encontramos antes, era aún un infante, joven e inexperto, sería normal que se olvidara de algo así… ¿no?

  Seguí cantando mientras le observaba durante unos momentos, y luego me detuve, le observé dudar sobre qué hacer, parecía pelear internamente entre acercarse y quedarse donde estaba. Por mí, habría sido agradable que él se acercara, pero supuse que creía que yo le temía, o que huiría, como todos los demás habían hecho.

  Lo vi decidirse solamente por mantenerse a esa misma distancia, pero sentándose contra un tronco frente a mí, sin emitir ningún tipo de sonido, con cautela, casi como si creyera que solo era un espejismo, un sueño del que no quisiera despertar.

  Lo miré atentamente, pues él hacía lo mismo, y se detenía cada cierto tiempo en mi bastón, que se encontraba en el suelo junto a mí, en la rosa que sostenía en mis manos, una planta meramente decorativa, en el único par de alas que me había atrevido a mostrarle, en mis brazaletes, que marcaban mi posición como un arcángel, y en mis ropajes, que había creado imitando a los humanos.

  Igualando sus movimientos, me levanté y comencé a andar hasta él, pude notar cómo se tensaba inconscientemente, cómo había roto la burbuja de calma que lo envolvía y cómo los animales que le rodeaban huían al sentir mi presencia.

  Eso siempre había sucedido y siempre lo haría, los seres vivos jamás aceptarían mi presencia.

  Me senté a su lado lentamente y observé con cuidado los detalles de su armadura, opaca, negra en su totalidad, como si se tragara la luz del Sol, él se había quitado el yelmo al entrar al Edén al parecer, pues podía notar cuánto había crecido su cabello, no demasiado, pero sí lo suficiente para notarlo, cómo ya había superado mi estatura, y sus pies y manos eran considerablemente más grandes que los míos. De forma sorprendente, él no olía a lo que Metatrón decía que olían los demonios: “sangre, muerte y sufrimiento”, él olía al bosque, a la madera de los árboles, a las hojas de hierbabuena… a tranquilidad.
  
Vi que la armadura estaba sucia en algunas partes de tierra, lodo y que tenía algunas hojas enganchadas por ahí y allí, pero no había sangre por ningún lado, lo cual me hizo sentir mejor, por alguna razón.

  Después empecé a pensar que quizá sería buena idea entablar una conversación, pero ¿cómo debería de comenzarla? Tenía miedo de decir algo incorrecto, algo que lo incomodara, o que le hiciera sentir que yo lo rechazaba de alguna forma. Jamás había tenido una plática con alguien, más que con Metatrón y Azazel, he ahí, entonces, mi dilema, puesto que no estaba con cualquiera, y sentía la necesidad de conseguir su aprobación. ¿Qué es este sentimiento?

  Me decidí, de una vez por todas, a iniciar por su nombre, algo sencillo, fácil, quizás él me respondería con tranquilidad, o quizás él pensaría que me estaba burlando. ¿Por qué tenía que ser tan difícil?

-"Entonces… Tu nombre es Satanael, ¿no es cierto?”

  Me miró profundamente, parecía no saber qué decir, el silencio creció y se expandió por el claro, lo único que lo rompía era el ligero silbido del viento que atravesaba las hojas de los árboles, los cuales se mecían con suavidad desde sus copas.

  Supuse en ese momento que le había tomado por sorpresa, y traté de pensar en algo más que decir.

-"Tú no conoces el mío, ¿verdad?”

  Negó suavemente, y entonces tuve una idea.

-"¿Qué tal si tratas de adivinarlo?”

  Me miró con los ojos en blanco un segundo, no supe más que decir.

-"Vamos, inténtalo, no puede ser tan difícil”

  Parecía que para él lo fue, puesto que ni siquiera lo intentó.

-"¿No conoces el nombre de ningún ángel?”

  Y oí su voz por primera vez.

-"No”

 Muy bajo, muy suave y grave, como un susurro, como si tuviera miedo.

  Esbocé una sonrisa, y deseé oírla más.


martes, 22 de marzo de 2016

El Primer Acercamiento


"Satanael III"


Al entrar al Edén, por el mismo templo que antaño era frecuentado por los seres inferiores del lugar, noté movimiento a lo lejos, animales pequeños, aves volando y surcando el viento con total libertad, algo de lo que yo carecía en el Inframundo.

Mi hogar, el lugar más bajo del Purgatorio, es un sitio desolado y lúgubre, ningún alma se hacía presente en él, es muy común que algunos de los de mi "casta" salgan al exterior y busquen "diversión" con humanos, y al terminar los usen como alimento, he visto más de una vez cómo consumen la carne y las almas de esos seres que son inocentes, por eso salir de él para mí era lo mejor que existía.

Recorrí gran parte de ese jardín que me permitía ser yo mismo, olvidarme de mi vida, de mis problemas, de los gritos y la misma oscuridad de siempre.

Al llegar a mi lugar, ese árbol "tonto" me estaba esperando, ese mismo lugar que frecuentaba desde la primera vez que entre al Edén, ese mismo lugar que representaba mi descanso, mi calma.

Me senté bajo la sombra como era costumbre y pude sentir nuevamente la calidez del Astro Rey, la quietud del lago, el sonido de los animales a mi alrededor, todo era tranquilidad.

De pronto algo llamó mi atención, algo que ya había escuchado con anterioridad, esa voz tan característica, esa melodía que hacía que mi mente se quedara en blanco, que mi corazón latiera más deprisa, era ella... ese ángel, estaba nuevamente en el claro del bosque donde la encontré por primera vez.

Cuando crees haber visto algo perfecto, te puedo decir por experiencia propia que no hay nada más bello que un ángel, sobre todo la que estaba frente a mí, nada era tan delicado, tal luminoso, tan perfecta como ella.

Solo me le quede mirando, embobado por tal belleza, sin poder articular una sola palabra.

Estoy completamente seguro de que pudo darse cuenta de mi presencia, solo al sentir mi mirada a su espalda. ¿Qué más podía hacer? estaba tan cerca, era algo que nunca antes había visto, algo que despertaba mi curiosidad, esa misma que mis hermanos mermaron e hicieron añicos cada “noche de juegos".

Ella de pronto se dio la vuelta, y me quedo mirando fijamente con una expresión de quietud, fuera de lo común, yo solo pude darme cuenta de cuan hermosos eran sus ojos, de cuan maravilloso era su rostro, que esa luz que vi a lo lejos no era nada comparado a la luz que estaba frente a mí en ese momento, esa pureza tan inmaculada.

Me acerque lentamente para no espantarla, tan lento como un cazador acecha a su presa, sin emitir ningún ruido, sin respirar siquiera.

Mi corazón latía a mas no poder, pero en mi rostro no había ni una pizca de emoción, a pesar de todo tengo que guardar apariencias, no quería que se diera cuenta de cuan maravillado estaba, todos creen que soy un psicópata, todos me ven como un asesino de sangre fría, algo tan horripilante que no puedes ver a la cara, un monstruo.

Quizás si me animaba a emitir una sola palabra, correría o se alejaría y ya no volvería. A pesar de toda mi curiosidad, amainé mis deseos y me detuve, me senté en el prado frente a ella y pude darme cuenta de sus rasgos, su delicada piel, blanca como la leche, su cabello largo y sedoso que al parecer cambiaba de tonos dependiendo de la luz que lo tocaba, sus ojos de un color ámbar muy particular, tan hermosos que no podía dejar de mirarlos fijamente, traía unos ropajes muy parecidos a túnicas, de colores blancos y rojos, con un cinturón dorado ciñéndolos, un bastón de madera muy humilde a su lado y unas pulseras de cobre en su muñeca izquierda y su tobillo derecho, mientras ella sostenía una rosa blanca en sus manos.

Podía sentir la brisa y ver como el aire jugueteaba con sus alas, la calidez del Sol, el aroma de las flores, la humedad en el ambiente, los pequeños animales que corrían a nuestro alrededor, me sentía más vivo que nunca.

Mi tranquilidad se acabó cuando sentí que ella se ponía de pie, y lentamente se acercaba hasta mí, los animales a mi alrededor se esfumaron como por arte de magia, lo cual me pareció muy extraño, ya que la mayor parte del tiempo estos se acercaban y jugueteaban en mi entorno.

A pesar de que cada ser iluminado y humano escapaban al verme, los animales eran los únicos seres vivos que permanecían a mi lado. Yo solo me dedicaba a verlos y de vez en cuando a observar a sus crías desarrollarse.

Ella se sentó a mi lado, tan cerca, que podía sentir su respiración, el calor que expedía su cuerpo, su aroma muy similar a la flor de vainilla, sus pies descalzos muy cerca de los míos y me pude dar cuenta que el tiempo que había transcurrido desde la última vez que la vi había sido bastante más extenso de lo que imaginaba, ya que ella en este momento era más pequeña que yo, tan delicada como un botón de rosa.

Mi corazón latía muy fuerte en ese momento, podía ver cada detalle de su rostro, sus manos, sus ojos, sus labios y pude sentir un anhelo por ella, un deseo tan grande de tocar su piel, de sentir su calor en mis manos frías, de sentir su amor, algo que solo en mis sueños era posible.

Mi mente de pronto reaccionó al darme cuenta que ella parecía querer decirme algo...















El Mirar de un Demonio


"Barachiel II"


  ¿Que si lo noté? Por supuesto que sí. No logré verlo, se escondió bien, aparte que era pequeño, pero pude sentir su paz, su tranquilidad y su admiración.

  Tenía gran potencial, lo sentí también, pero entre todo lo que cualquiera pudiera esperar sentir por el retoño de un caído, no sentí maldad, en lo absoluto. Solo una profunda e inocente curiosidad, bastante similar a la mía, lo cual me hizo sentir apoyado, comprendido, por primera vez en mi existencia.

  Permanecí en el Edén a partir de ese momento. Reconocí a los humanos que lo habitaban, los que quedaban, claro, y lo que quedaba del templo que, para ese momento ya era antaño, los humanos se habían dedicado unos a otros, a los “más fuertes”, a los “superiores”, que podrían incluso llamarse “Dioses”.

  Reconocí cada árbol, cada arbusto, cada flor y planta, cada ser vivo que podía crecer en aquel espacio sin tiempo real y definido, y al mismo tiempo, tan similar al nuevo “mundo humano” o “plano físico”.

  Pregunté a Metatrón por los nombres de aquellas y comencé a hacerlas crecer a través de la imitación, él aceptó sin muchas ganas y me explicó sobre ellas, sin que yo le entendiera del todo. Después de muchos fallos y errores, pude comprender su funcionamiento y para qué servían cada una a los seres en movimiento, llámese humanos o animales, gracias a que las probaba yo mismo y analizaba sus efectos sobre mi “cuerpo”, o lo más cercano que mi energía podía estar a tener uno.

  También experimenté sobre mi apariencia, sobre cambiar de estatura, complexión, color de “piel” y de “cabello”, de “rostro” y esconder o mostrar mis alas, mas solo era capaz de observar estas distinciones sobre el agua del lago cerca de mi claro,  mi espacio. Por supuesto, cuando este joven demonio no se encontraba por el lugar.

  Sobre él… No me había atrevido a presentarme ante él con la misma forma de antes, andrógina y pequeña, simplemente por observar cómo se desarrollaba, cómo crecía y su cuerpo cambiaba, así que no había vuelto a cantar, y cuando me permitía acercarme a él, lo hacía pareciéndome lo más posible a un niño o niña humano, lo primero que se me ocurriera en el momento.

  Al paso de algunas venidas del demonio noté cómo tanto los humanos como los ángeles huían de él con completo terror, así que decidí preguntar a Metatrón por el alboroto.

  Satanael.

  Ése era su nombre, el hijo más joven de Lucifer.

  Él había sido un ángel amable, sincero y tranquilo… Y por un tiempo, el único que apreciaba lo que yo era capaz de hacer.

  ¿No lo sabes? Son milagros.

  Cuando el Padre me creó, el nombre que me dio fue Barachiel, que significa “bendición de Dios”, lo que con el “tiempo”, los humanos nombraron milagros. ¿Nunca habías oído que la vida es una bendición?

  Pero mientras crecían y se expandían, los humanos comenzaron a adjudicarle a otros humanos lo que yo hacía por ellos, no me sentía mal, después de todo, realmente jamás me lo habían agradecido.

  Sin embargo, cuando él cayó, los ángeles comenzaron a creer que podría hacerlo yo también, ya que éramos cercanos y compartíamos las mismas ideas.

  Ahí noté que jamás habían llegado a conocerme en verdad, puesto que yo amaba al Creador más que nadie, y no podría ser capaz de levantarme en contra de él y su voluntad.

  Por eso me separé, me aparté y escondí en aquel jardín, el único con el que había hablado era Metatrón, puesto que de él no podía ocultarme. Las pocas veces que subía al paraíso, sentía las miradas de desaprobación de los demás ángeles, sobre todo de los arcángeles, que siempre habían creído que yo no merecía ser mencionado en su misma categoría.

  Metatrón me dijo también que ese demonio era más “peligroso” que la mayoría, que no debía acercarme a él y mucho menos hablarle o entablar algún tipo de relación, sin embargo, yo sabía que no era así, que el joven alto, de piel terriblemente pálida, ojos oscuros como una noche sin luna y cabello del color del ébano, que solo me había permitido ver una vez, en la cual, demasiado agotado para luchar contra el cansancio, se había quitado el yelmo de su sombría armadura negra en su totalidad y se había quedado dormido bajo el árbol triste que frecuentaba en el bosque, no era el cruel y sanguinario asesino que todo el mundo decía que era, que era solo alguien que buscaba comprensión… justo como yo.

  En ese momento noté que tenía marcas en la piel más oscuras, y una mirada profunda, pero no intimidante sino… solitaria, y deseé ser capaz de acercarme a él para tocarlas, para conocer cómo era la textura de la piel de un ser físico real, pero sabía que él no me lo permitiría tan fácilmente, por lo que solo esperé a que se fuera para volver a la forma con la que él me había conocido, y tomé una decisión.

  Aguardé pacientemente a los alrededores de las ruinas, puesto que era el lugar por el que siempre entraba al Edén, hasta que llegó un tiempo después, no sabría decir cuánto en sí, nunca he sido bueno para eso, y volé lo más rápido que pude hasta el lugar donde me vio por primera vez y comencé a cantar como había practicado en solitario.


  Sentí su presencia y su mirada sobre mí, y por primera vez, me permití mirarlo mientras él me miraba. 





lunes, 21 de marzo de 2016

El Cantar de un Ángel


"Satanael II"


¿Alguna vez has escuchado que la voz de los ángeles es lo más hermoso que puede existir? pues eso no se compara, ni de cerca, con la realidad, con lo hermosa que es la voz de un ángel realmente. Se siente como la brisa, como el sonido de las hojas al ser tocadas por el aire, a la lluvia cayendo en una pradera, a un río tranquilo siguiendo su cauce.

Me sentía tan cómodo bajo la sombra de ese árbol, que al poco tiempo me dormí, soñé con el lugar oscuro del que venía, los gritos de mi padre, los sermones  de mis hermanos... "¡Tú serás el que siga mi casta! ¡Tienes el poder para ser mi sucesor!"... esas palabras en mi cabeza cada día de mi vida hacían que me cansara cada vez más. El no poder ser yo mismo, el sentir una etiqueta en mi cuello, el saber que nunca sería como otros. Solo quería una vida tranquila, viajar por la tierra que mi padre tanto amaba, conocer la civilización, a los humanos de los que había escuchado, a los animales de las historias.

Desperté al poco tiempo, bueno, eso pensaba, no sé realmente cuánto tiempo me dormí, tampoco es como que me lo cuestionara mucho, eso pasó a segundo plano.

Al despertar, pude escuchar algo que me dejó maravillado, una voz, tan hermosa, que estaba fuera de mi comprensión, tenía que saber de dónde provenía.

Busqué por todo el lugar, busqué en las praderas, en el lago, bajo y sobre los árboles.

Hasta que, en lo profundo del bosque, en un pequeño claro rodeado de árboles frutales y arbustos de flores de varios colores, vi un ser envuelto en luz, una luz tan pura, tan tranquila, tan hermosa, que me dejó sin respiración.

Tenía una piel muy blanca, tanto como la mía, un cabello largo y sedoso, unos ojos de una hermosura sin igual, con un color muy parecido al ámbar.

Me le quedé mirando unos minutos, o tal vez fueron un par de horas, ¿quién toma en cuenta eso en estos días? noté que parecía más alta que yo, con más edad al parecer, después de todo, en esa época solo era un "niño", si es que se puede llamar así.

Sí, aunque no lo creas, los demonios no nacemos siendo adultos, aunque sí maduramos rápido, más que cualquier otra criatura. Nuestra casta está hecha para la batalla, para las confrontaciones, para no ser débil ante nada ni nadie. Creo que me doblaba la estatura, me sentía muy pequeño en comparación.

Se empezó a hacer de noche, y estaba seguro de que comenzarían a preguntar por mí, eso me traería muchos problemas si no me encontraban en mi lugar correspondiente.

Traté de correr lo más rápido posible, recorrí cada lugar por el cual había pasado, vi los animales que tanto había buscado, conocí gran parte de ese lugar de leyenda.

Cuando llegué al pequeño templo en ruinas, estaban dos de mis hermanos esperando a mi llegada, nada bueno iba a salir de esto, me había metido en problemas nuevamente.

Mis hermanos creían que una noche de torturas y padecimientos era lo más parecido a una tarde de juegos y diversión con tu hermano más pequeño. "Fortalecerá tu carácter, te hará más fuerte" decía mi padre, "serás el veneno de los Dioses".

Es una "suerte" que los de mi casta tengamos un poder de sanación tan rápida, si es que a eso le puedes llamar suerte, cada vez que mis heridas sanaban uno de mis hermanos se encargaba de abrirlas nuevamente. Así que los juegos eran permanentes hasta que mi padre decidiera que ya era suficiente, eso claro esta si es que recordaba que mis hermanos estaban "jugando" conmigo.

A veces pasaban horas, días, en los cuales no paraba de sentir dolor, de sangrar, sí, nosotros también sangramos, aunque mi sangre no es igual que la tuya claro, es más oscura y más... ¿cómo decirlo, espesa? bueno, eso no viene al caso.

Como ya te lo mencioné anteriormente, mi casta madura rápido, muy rápido a mi parecer, así que cuando ya me encontraba en mi etapa adulta, ninguno de mis hermanos quería "jugar" conmigo. Ellos solo me veían con miedo, mi padre se sentía "orgulloso" de lo que habían conseguido conmigo, habían corrompido mi curiosidad.

Cada vez que podía, me escapaba y recorría las ruinas de ese templo antiguo, visitaba la tierra y caminaba por los claros y bosques viendo todo a mí alrededor.

Mi lugar favorito era ese tonto árbol triste, su sombra hacia que me sintiera mejor, mi fama como el hijo del "Caído" había crecido, con el paso de los días, los ángeles ya conocían mi nombre, habían empezado a hablar de mí y a inventar historias de como asesinaba y destrozaba a mis víctimas, era todo un psicópata, ¿sabes?

Tanto era así, que de solo verme se retiraban lo más rápido que podían, los humanos también me conocían, decían que llevaba la muerte a mis espaldas, que con tan solo verme podían morir de una forma horripilante.

Recorría cada lugar que me llamaba la atención, caminaba por los bosques entre las sombras de los árboles, cobijado por su oscuridad, no es muy gracioso que todos a tu alrededor griten cuando te ven.

Hasta que en el mismo claro, en el mismo lugar, después de tantos días, ese ángel nuevamente se encontraba ahí, con esa luz característica, con esa aura pura, con esos ojos hermosos y con esa voz que me maravilló desde la primera vez.







Los Iluminados


"Barachiel I"


  La verdad no es más que un punto de vista, subjetividad, opinión.

  La creación de la vida, los buenos y los malos no son más que eso, antagonistas defendiendo sus ideales, lo que creen, lo que piensan.

  No todo es completamente bueno, ni completamente malo, completamente blanco o negro.

  Las historias existen para ser contadas, escuchadas, recordadas y repetidas, para ser pasadas de generación en generación y ser conocidas.

  Sin embargo, hay historias que han sido olvidadas o escondidas, por miedo o conveniencia, por cobardía o ambición, nada más que intereses superpuestos los unos en los otros.

  El mundo es mucho más antiguo que la prehistoria, que los dinosaurios y que la propia conciencia humana y su rastro por la tierra.

  La vida existía en otro plano antes de aparecer "físicamente", en un plano inmaterial, etéreo, espiritual, en todo lo que fue creado antes de que el hombre como tal fuese concebido.

  Cuando realmente la vida comenzó, fue cuando el Padre formó conciencia real, cuando comenzó la creación de sus avatares, de los denominados "ángeles".



  Nacido bajo la luz, en las creaciones divinas, conocí solo a estos seres, "los ángeles", sólo lo que ellos querían que yo conociera.

  Era uno de los elegidos, iluminados por el creador para proteger, velar y cuidar su creación.

  Uno de los desconocidos por los hombres, pocos reconocen mi nombre o mi verdadera apariencia.

  Mi nombre es Barachiel.

  Despreciado por los mensajeros de Dios y por los descendientes del Caído, a quien yo había admirado y apreciado, vivía en soledad, escuchando y observando la creación del Señor y atendiendo sus súplicas por ayuda, sin que ellos supieran realmente a quién agradecer.

  Ningún ser vivo deseaba tener contacto conmigo, no era más que una manifestación de la luz sin materia, energía sin ningún tipo de contenedor, lo poco que conocía lo había descubierto por mí mismo, a partir de búsquedas, pruebas y experimentaciones.

  Le daba vida a la naturaleza, la controlaba a voluntad sin ningún tipo de problema.

  Cuando fui creado el Señor me explicó mi función, y me dijo que era el único que podría tener contacto directo con él, mas no con alguien más. Los ángeles creían que no lo merecía, que no era más que un ser alado debilucho, miserable, patético.

  No tuve infancia en lo absoluto, porque el haberla tenido habría representado una especie de crecimiento físico y aumento de la conciencia y el conocimiento. No. Yo nací con plena y total conciencia de mi entorno, podía adoptar la forma que quisiera y se me antojase, tenía completo control de mi apariencia, con la única excepción de mis alas, mis tres pares de alas, de los cuales solo mostraba uno.

  Rondaba el paraíso a voluntad de un lado al otro encontrándome al resto de arcángeles y seres alados de "menor categoría", como solían llamarlos los iluminados.

  Solo dos de estos "seres inferiores" solían tener relación conmigo: Metatron y Azaziel, el segundo odiaba ser llamado así, por lo que usaba un apodo: Azael.

  Pero ninguno me comprendía ni apreciaba, yo no conocía lo que significaba tener un amigo o alguien en quien confiar, solo me tenía a mí mismo y a nadie más.

  Con el paso del tiempo, relativo, claro, puesto que en el paraíso no existe tal cosa, descubrí un lugar entre el paraíso y el purgatorio: el Edén.

  Un pasadizo, un lugar tan bendito como el reino de los iluminados y tan maldito como el reino de los caídos, un lugar donde no había nadie para juzgarme.

  El lugar perfecto para mí.

  Entre los árboles rebosantes de frutas y los arbustos llenos de flores, encontré un claro donde aprendí a interpretar la voz del viento entre las hojas y a imitarla, algo que los humanos llaman cantar.

  Había explorado ya la zona, y había conocido ya todos sus rincones, incluido un árbol diferente al resto junto a un lago cristalino cerca de una cascada, pero yo cantaba a unos pocos pasos de ahí, escondido entre los árboles, donde podía oír perfectamente el viento.



domingo, 20 de marzo de 2016

Los Antiguos.


"Satanael I"

¿Cuántas veces te has preguntado sobre el bien y el mal?, ¿cuántas veces has escuchado sobre los caídos, los vencedores, los vigilantes, los ángeles y demonios?

¿Qué pasaría si te dijera, que solo los vencedores escriben las historias, y que ellos pueden manipular esta misma a su antojo?

¿Qué pasaría si te dijera, que no existe un solo Dios, sino que hay varios? ¿Quieres pruebas? piensa en los antiguos humanos que dejaron grabado en la memoria de sus sucesores a estos seres, a los cuales les dan diversos nombres.

Piensa en las primeras civilizaciones que dejaron parte de sus historias en la roca, en las cuevas, en tablillas.

Piensa, ¿no te lo has preguntado alguna vez? ¿No has sentido algo en tu interior, algo diferente? una voz que te dice: "no eres igual".

Eso es porque hay alguien más ahí.

Las dudas, la curiosidad, siempre he pensado que esa es una virtud de los humanos, ser curioso, no conformarse con solo una respuesta, eso es fascinante a mi parecer.

Pero a estas alturas del actual 2016, también existe lo malo, lo pútrido, lo perturbador en la humanidad.

No digo que sean malos en realidad, cada uno elige de qué lado quiere estar, pero, también es cierto que hay seres que manipulan a otros para que hagan cosas que van en contra de los principios básicos.

Pero bien, creo que he hablado suficiente sobre la humanidad actual, creo que no es por eso que estas aquí, ya que esta no es una crítica social ni nada parecido.

Déjame contarte una historia que pasó antes de la misma historia, antes del tiempo, entes de la humanidad.


Mi nombre es Satanael, el treceavo hijo del caído. Un ser tan malo, que según los agnósticos es el nuevo Dios que controla todo con miedo y locura.

Muchos escritos mencionan mi nombre, muchos otros dicen lo que "hice" y las catástrofes que causé, ¿qué pasaría si te dijera que nada de eso es como ellos lo cuentan?

Mi padre, "El Caído", creyó ver todo lo hermoso de la creación, fue parte de ello, contribuyó con sus ideas y conocimiento al igual que otros 12 "Arcángeles", seres poderosos, seres hermosos, con una luz fuera de lo conocido y de lo que te puedas imaginar.

El presenció la creación de la humanidad, por los Dioses, hasta estas alturas de la lectura ya deberías saber que hay más de uno, creo que ya lo mencioné antes, vio a los seres humanos, a las "criaturas" hechas por los seres superiores y se dio cuenta que les faltaba luz, esa luz que caracterizaba a los demás.

¿Por qué solo ellos podían disfrutar de eso? ¿Por qué solo los seres superiores merecían ser más que los otros?

Así que decidió una cosa, si no podía darles un "poder" como el de ellos, les daría algo muy similar, "El Fuego".

Bajó de los "cielos" hasta la tierra con el fuego del amanecer en sus manos, ¿no te parece conocida esta historia? piénsalo, te daré una pista, Prometeo. Hay muchas versiones sobre esta historia, algunos dicen que es el fuego como tal, otros dicen que es el conocimiento, la inteligencia, la "Santa iglesia Católica" dice que fue una manzana... pero aquí entre nos, te puedo decir que fue mucho más que una fruta, fue el poder de la sabiduría, el bien y el mal.

Al darse cuenta de esto, los Dioses no podían dejarlo pasar, así que decidieron castigar a mi padre, enviarlo al "infierno" hacerlo padecer de lo peor, el destierro.

Ya no podría ver lo hermoso de la creación, ya no podría hablar con otros como el, eso lo corrompió, hizo que su misma luz, se apagara casi por completa.

Decidió que haría todo lo posible por ver caer a esos Dioses que lo condenaron a ese castigo, con esto, claro, no digo que veas a mi padre como una víctima de lo que ocurrió, yo creo que fue solo un precio que tuvo que pagar.

Como ya te lo mencioné anteriormente, solo los vencedores escriben las historias, ¿por qué crees que en la inquisición, se quemaron tantos libros, tantos escritos antiguos? solo la Iglesia tenía el poder y la potestad de éstos.

Se perdieron nuestras historias, nuestras vidas y lo que logramos. Los "malos" no somos tan malos como todos creen, siempre nos culpan de todo lo malo que pasa en sus vidas, y todo lo que puede llegar a ocurrir.

Desde mi niñez, si es que puedes llamar a eso niñez, fui alimentado con ese rencor al igual que mis hermanos, ese odio hacia los seres que habían condenado a mi padre al sufrimiento. La verdad, es que a mí eso nunca me llamó la atención, quería salir, quería conocer ese mundo que tanto había escuchado en leyendas antiguas, quería conocer ese lugar que mi padre tanto mencionaba.

Siempre me la pasaba pensando, imaginándome como sería, como podría llegar hasta ahí. Hasta que un día, logré encontrar un "pasadizo" por donde pude llegar, unas ruinas de lo que pienso, serían una especie de templo muy antiguo, a alguno de esos "Dioses" de los que con tanto odio hablaba mi padre.

Lo que vi, me pareció maravilloso, me encontré con un jardín enorme, de flores, de árboles que se transformaba en un bosque tan extenso que no podía ver hasta dónde terminaba.

Vi criaturas muy variadas, animales de los que solo había escuchado en historias, también vi a unos seres que jugaban con las flores que recogían del suelo,
humanos pensé, estos...humanos, corrían y reían, se veían tranquilos, felices.

Caminé por muchas horas, hasta que encontré un hermoso lago, donde se reflejaba la luz del astro rey, El Sol, me acerqué y senté bajo la sombra de un árbol con sus ramas caídas, que parecía triste a la vista, un Sauce "llorón", qué nombre más tonto para un pobre árbol.

La sombra era muy cómoda, sentía la brisa, también la calidez del sol en el césped, podía ver todo por lo cual mi padre "luchaba", lo hermoso de esta tierra.